Mexicanas ayudan a abortar a mujeres en Estados Unidos

Osos de peluche con pastillas abortivas en sus entrañas cruzan de México a Estados Unidos. Un apartamento en Nueva York funciona como banco de esas píldoras. Otra vivienda al sur de la frontera fue reconvertida en un lugar seguro para las mujeres que quieren interrumpir su embarazo con medicamentos y acompañadas.

Esta es parte de la logística utilizada por una decena de grupos mexicanos que desde principios de 2022 se organizaron con contrapartes en Estados Unidos y que en lo que va del año ya han ayudado a abortar con medicamentos a unas mil 700 mujeres que viven en la Unión Americana, según los cálculos de las propias organizaciones.

El número puede parecer anecdótico pero supone un incremento exponencial con respecto a lo que ocurría antes y las activistas creen que aumentará después de que la Corte Suprema de Estados Unidos anulara la semana pasada el derecho constitucional al aborto que llevaba casi 50 años vigente.

La estrategia de estas organizaciones es clara: el aborto autogestionado, es decir, poner las pastillas abortivas -el misoprostol y la mifepristona- en manos de quienes quieren interrumpir sus embarazos y acompañarlas, la mayoría de las veces virtualmente, cuando toman los medicamentos.

Estos fármacos son legales en Estados Unidos y más de la mitad de las personas que abortaron en ese país en 2020 optaron por este método, según los datos el Instituto Guttmacher, un centro de estudios sobre derechos reproductivos.

Pero las pastillas necesitan prescripción médica, las estadunidenses suelen tomarlas en clínicas -muchas de las cuales ahora tienen que cerrar- y en muchos estados existen restricciones para su uso.

A los 13 estados que ya tenían leyes que prohibían el aborto se suman media docena más que tienen trabas casi totales o no lo permiten después de las seis semanas, cuando muchas mujeres ni siquiera saben que están embarazadas.

Mientras en Estados Unidos se dio por sentado durante décadas que el derecho al aborto iba a estar siempre garantizado gracias el fallo de Roe vs Wade, “en México las activistas trabajaban y probaban nuevas narrativas, se fortalecían y convencían a la gente de que su mensaje era el correcto”, explicó en mayo a The Associated Press la diputada de Texas Erin Zwiener durante una gira por el país.

Esa labor se logró creando redes, eliminando estigmas e impulsando leyes, reconoció la legisladora texana.

Ahora México parece avanzar justo en sentido contrario a su vecino del norte. Pese a ser un país de fuerte influencia católica y con el aborto prohibido en 22 estados, desde septiembre ya no puede ser considerado un delito, según un fallo de la Suprema Corte de Justicia. Hoy está despenalizado en 10 estados aunque sólo en parte de ellos, como la Ciudad de México, existe un servicio eficaz que garantice este derecho. De ahí que el aborto en casa siga siendo popular.

Desde enero la estrategia de las activistas mexicanas es similar a la que ya tenían pero transfronteriza.

Desde el sur, colectivos como Unasse, de Yucatán, coordinan la gestión de fondos para conseguir más donantes internacionales de pastillas, explicó una de sus integrantes, Amelia Ojeda.

Las norteñas se encargan del cruce, metiendo píldoras dentro de juguetes, en frascos de vitaminas o cosidas en dobleces de la ropa con personas que tienen visa o son ciudadanas estadunidenses.

Las Libres, una de las organizaciones de mayor experiencia en América Latina y con una fuerte red de apoyo, ha llegado ya a unas mil 500 mujeres con las pastillas, la información y el acompañamiento, explicó su directora, Verónica Cruz.

Con información de AP

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